El colectivo de niños con altas capacidades es muy heterogéneo. Muchos de ellos presentan una buena adaptación personal, escolar, social y emocional. Otros sin embargo muestran ciertas dificultades en estas áreas, por poseer una serie de características que lo diferencian de la norma o por no estar bien atendidos en sus centros educativos. Y algunos, tienen serios problemas, fundamentalmente por poseer algún trastorno asociado a las altas capacidades.
Centrándonos en el comportamiento, si un niño con altas capacidades muestra conductas disruptivas en el aula pero no fuera de ella, podemos pensar que existe un desajuste entre sus necesidades educativas y el currículum ordinario, que le provoca aburrimiento y desmotivación; un deseo por parte del niño de llamar la atención; problemas de relación con los compañeros, actitud crítica hacia el sistema educativo o el profesorado, etc.
Si las conductas disruptivas se dan en casa exclusivamente, el origen posiblemente esté en unas relaciones familiares no satisfactorias, falta de pautas educativas correctas, ausencia de normas, celos, estrés familiar, etc.
Por último, si las conductas disruptivas se producen en todos los ambientes, de forma generalizada, y con un patrón persistente nos inclinamos a pensar que existe un trastorno más serio, posiblemente independiente de las altas capacidades, que requieren de un tratamiento por parte de profesionales especializados, como un trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad, trastorno disocial, trastorno negativista desafiante, síndrome de Asperger, fobias, trastorno obsesivo compulsivo, depresión, etc.
En ausencia de un trastorno como los anteriormente mencionados, un niño, por el hecho de poseer altas capacidades no debe mostrar un mal comportamiento de forma sistemática, faltar el respeto a los demás, ser indisciplinado, o violento. Las altas capacidades, por tanto, no justifican ciertos comportamientos inapropiados, que deben ser corregidos.
Es de suma importancia que todos los agentes educativos de los niños con altas capacidades, especialmente sus padres, establezcan límites claros y precisos en cuanto a su comportamiento. Por el bien del propio niño fundamentalmente, que necesita tener pautas claras sobre cómo debe o no debe actuar en los diferentes situaciones en que se encuentre, y también para que los derechos de los demás, especialmente sus iguales, se vean respetados.
Las familias deben evitar caer en el error de pensar que «el niño es así»; «su mal comportamiento es inevitable», «no podemos hacer nada al respecto», «ya lo hemos dejado por imposible», porque de este modo, podemos seguir cometiendo errores como «tirar la toalla» y no hacer nada para solucionarlo o delegar exclusivamente en los especialistas la educación de base de nuestros hijos.
Susana Trujillo Hidalgo
Doctora en Psicología. Directora del Centro Psicopedagógico A.S.