por Paloma de Castro, APADAC La Voz de Asturias, 04.05.2010
Sobredotación intelectual
Educación ha detectado hasta la fecha 184 casos de alta capacidad en centros asturianos.
04/05/2010 PALOMA DE CASTRO, presidenta de ADAPAC
«Toda la belleza que recrea el hombre en las artes no puede estar inspirada sino en las profundidades del océano». Esta profunda y bella reflexión –valga la redundancia– no tendría mayor trascendencia existencial si no hubiera sido formulada por un niño de 6 años con un denodado interés por la biología marina.
¿Qué sucede cuando un increíble potencial intelectual, una intensa motivación por el descubrimiento, una excelsa creatividad para imaginar lo inimaginable y una convulsa sensibilidad perceptiva moran en una tierna mente de corta edad? Éstos son los rasgos de un niño con alta capacidad intelectual. Hasta hoy, los grandes olvidados del sistema.
El imaginario social estereotipa al niño de altas capacidades como un líder nato, con alto rendimiento escolar, que aprende sin esfuerzo por ciencia infusa futilidades tales como la teoría de la relatividad gravitatoria, dejando caer su chupete al suelo desde la cuna. Estos prejuicios han causado y siguen causando mucho daño en la detección y consiguiente atención de nuestros pequeños.
La desafortunada leyenda educativa de que estos niños no necesitan una atención específica –más allá de atiborrarles con tareas complementarias para luchar contra el aburrimiento o de permitirles saltar un curso para que dicho atiborramiento ya no sea necesario– ha llevado al fracaso escolar y personal a más de uno.
EL TECHO de cristal y el suelo pegajoso también existen para los niños de alta capacidad. Con demasiada frecuencia, estos pequeños observan impotentes cómo su potencial y creatividad se estrellan a bordo de sus fantásticas naves espaciales apenas despegan por encima de las cabezas de sus pares, y contemplan inermes cómo su motivación cae en picado al fondo del abismo al llegar a la conclusión de que –en esta sociedad– aprender, sentir y descubrir no es ni popular ni productivo.
Sin embargo, no seamos derrotistas y aportemos una pincelada de optimismo a la cuestión: las autoridades educativas del Principado han detectado hasta la fecha 184 casos de alta capacidad en centros escolares. La Asociación de Padres de Alumnos de Altas Capacidades (APADAC) está constituida por más de 300 familias, no todas ellas en las listas de la consejería. Suma y sigue. El número de niños detectados sigue creciendo a pasos agigantados, pero aún estamos lejos de rozar las estadísticas que abogan por el hecho de que el 2,5% de la población tiene sobredotación intelectual, el 7% talento específico y el 0,2% genialidad.
Niños de alta capacidad, talentosos, superdotados, con sobredotación intelectual, genios… La mitología del lenguaje –ya lo decía Nietzsche– demuestra que la palabra es un vano y mediocre instrumento para expresar la realidad y el sentimiento. Llamémosles como les llamemos, son individuos con importantes necesidades afectivas e intelectuales que pueden aportar un genial granito de arena a nuestra sociedad, si les detectamos y les apoyamos en su desarrollo emocional, instrumental y cognitivo.
El manido cambio metodológico en este caso ostenta una fórmula bien sencilla: permitamos que ellos marquen el ritmo y pongamos nosotros la música; fomentemos el talento y la sensibilidad; aunemos esfuerzos para permitir que surjan alegóricamente mil nuevos Beethovenes que compongan mil nuevas novenas sinfonías para ser lanzadas una vez más al Universo –dentro de un nuevo Voyager– en nombre de la Humanidad.
¿Qué sucede cuando un increíble potencial intelectual, una intensa motivación por el descubrimiento, una excelsa creatividad para imaginar lo inimaginable y una convulsa sensibilidad perceptiva moran en una tierna mente de corta edad? Éstos son los rasgos de un niño con alta capacidad intelectual. Hasta hoy, los grandes olvidados del sistema.
El imaginario social estereotipa al niño de altas capacidades como un líder nato, con alto rendimiento escolar, que aprende sin esfuerzo por ciencia infusa futilidades tales como la teoría de la relatividad gravitatoria, dejando caer su chupete al suelo desde la cuna. Estos prejuicios han causado y siguen causando mucho daño en la detección y consiguiente atención de nuestros pequeños.
La desafortunada leyenda educativa de que estos niños no necesitan una atención específica –más allá de atiborrarles con tareas complementarias para luchar contra el aburrimiento o de permitirles saltar un curso para que dicho atiborramiento ya no sea necesario– ha llevado al fracaso escolar y personal a más de uno.
EL TECHO de cristal y el suelo pegajoso también existen para los niños de alta capacidad. Con demasiada frecuencia, estos pequeños observan impotentes cómo su potencial y creatividad se estrellan a bordo de sus fantásticas naves espaciales apenas despegan por encima de las cabezas de sus pares, y contemplan inermes cómo su motivación cae en picado al fondo del abismo al llegar a la conclusión de que –en esta sociedad– aprender, sentir y descubrir no es ni popular ni productivo.
Sin embargo, no seamos derrotistas y aportemos una pincelada de optimismo a la cuestión: las autoridades educativas del Principado han detectado hasta la fecha 184 casos de alta capacidad en centros escolares. La Asociación de Padres de Alumnos de Altas Capacidades (APADAC) está constituida por más de 300 familias, no todas ellas en las listas de la consejería. Suma y sigue. El número de niños detectados sigue creciendo a pasos agigantados, pero aún estamos lejos de rozar las estadísticas que abogan por el hecho de que el 2,5% de la población tiene sobredotación intelectual, el 7% talento específico y el 0,2% genialidad.
Niños de alta capacidad, talentosos, superdotados, con sobredotación intelectual, genios… La mitología del lenguaje –ya lo decía Nietzsche– demuestra que la palabra es un vano y mediocre instrumento para expresar la realidad y el sentimiento. Llamémosles como les llamemos, son individuos con importantes necesidades afectivas e intelectuales que pueden aportar un genial granito de arena a nuestra sociedad, si les detectamos y les apoyamos en su desarrollo emocional, instrumental y cognitivo.
El manido cambio metodológico en este caso ostenta una fórmula bien sencilla: permitamos que ellos marquen el ritmo y pongamos nosotros la música; fomentemos el talento y la sensibilidad; aunemos esfuerzos para permitir que surjan alegóricamente mil nuevos Beethovenes que compongan mil nuevas novenas sinfonías para ser lanzadas una vez más al Universo –dentro de un nuevo Voyager– en nombre de la Humanidad.
1 comentario en “«Sobredotación intelectual: mitos, cuentos y leyendas»”
Burnas noches,
Estoy deacuerdo con Paloma, para estos niñ@s existen el techo de cristal y el suelo pegajoso. Tanto hablar de la igualdad de género, ¿por qué no hablamos de la igualdad de oportunidades para estos niñ@s? Si es bueno para unos, ¿por qué no puede ser bueno para otros?
No quiero hacer comparaciones odiosas, pero si unos niñ@s tienen derecho a esa flexibilidad para poder aprender según sus capacidades intelectuales, ¿por qué no otros? A esto Sr@s se le llama IGUALDAD. Sí, igualdad de oportunidades a tod@s aquell@s que lo necesiten. Cada niñ@ demanda una necesidad diferente, lo que ocurre es que hay que generalizar para abaratar costes. ¿Y quién sufre? Aquell@s que no ven satisfechas sus necesidades, porque nadie se puede poner con ellos a darles lo que necesitan, bien por desconocimiento y, otras veces, cómo no, por falta de tiempo. ¿Os suena la frase, "tengo a 25 que atender al mismo tiempo"? Pues por eso debemos luchar, para que a cada uno se le de lo que necesita. A ver si en Andalucía tenemos la misma suerte y empiezan a diagnosticar con profesionalidad.
Besitos, abrazos y achuchones