El cortijo jurado
Llegué allí, observé aquel cortijo viejo y abandonado, Subí esas escaleras para poder explorar aquella ruina. Entré con cuidado sabiendo que se podría derrumbar en cualquier momento. Pisé una vieja madera y sentí un tremendo escalofrío por lo cual me puse la chaqueta que estaba en un perchero, pero me la quité inmediatamente ya que estaba polvorienta y la lancé hacia unas de las esquinas por lo cual levantó una nube de polvo.
Todo parecía normal, una casa abandonada en la cual había algunos muebles en muy mal estado. Pero de repente, vi una luz moviéndose, bajando las escaleras. Cada vez era más luminosa así que salí corriendo de allí pero aquella luz seguía avanzando,
Encontré u pozo, pensé que aquel oscuro sitio podría ser un buen lugar para esconderse de ese misterioso ser. Llegué abajo del pozo y comencé a explorar.
Gregorio Martínez Rodríguez (14 años)
Curso 2016-2017
Cuando los cerdos vuelen
Ya son cuatro los avistamientos de cerdos voladores en Nueva York. Dieciocho en España y treinta en otras localizaciones.
No menos, son diez los de ranas peludas en África, dieciocho en Asia y cuarenta y ocho en el resto de países.
Son muchos los que dijeron: “Cuando los cerdos vuelen y las ranas críen pelo…”, y ahora deberán cumplir su palabra.
Lucía García González (14 años)
Curso 2107-2018
ESTRELLA
Érase una vez una estrella llamada Cleo, esa estrella era mágica. Un día decidió irse de acampada, ese día era el día sin magia por eso se iba de campamento. Ya cogió el camino y le gustaba mucho poder probar una experiencia nueva. Tenía una botella pero ya se había bebido todo el agua, así que buscaba un río donde coger agua. Se encontró uno pero estaba demasiado sucio. Se encontró otro pero tenía huevos de rana y como que no iba a beber de ahí. Entonces encontró el río perfecto, el agua era perfecta. Pero, de repente, le llevó un tornado, la llevó al cielo donde ella debería estar de verdad y vivió mejor que nadie, sin preocupaciones y fin.
Sabrina Molina Salguero (11 años)
Curso 2017-2018
Globo de nubes
Érase una tarde resplandeciente de la que desgraciadamente Williams no disfrutaba. Él huía. Huía de la vida, de sus problemas y sus inquietudes…
Corría hacia allí, al lugar de sus sueños, a su montaña, a su refugio. Y cuando por fin llegó simplemente se sentó e imaginó. Imaginó que volaba, que era libre y no tenía ataduras y su globo imaginario hecho de nubes de imaginación le llevó lejos, muy lejos, al lugar donde era feliz.
Esther Camacho Chocrón (14 años)
Curso 2017-2018
- Una bruja colorida
- Una nave espacial en Marte
- Una cuerda.
LA LEYENDA
Érase una vez una niña que quería ser astronauta. La niña creció y se hizo mujer astronauta. Tras varios años consiguió que le dieran una misión, ir a Marte.
La mujer llegó a Marte en una nave espacial que se rompió al llegar a la atmósfera. La mujer horrorizada creyó que iba a morir asfixiada pero descubrió que no. ¡Podía respirar! Exploró Marte con asombro. Entonces se dio cuenta de por qué podía respirar, era la bruja colorida de la leyenda que le contó su madre. Su destino sería llevar a Marte al lado de la tierra con una cuerda que encontraría en el planeta.
Eso fue lo que creyó pero la verdad fue que murió asfixiada.
Héctor Manuel Torres Crespo (12 años)
Curso 2017-2018
PALABRAS MALAGUEÑAS
Había un boquerón, merdellón, alobao, de tenis rojos.
Un día, el aceguero (porque el castrojo ni tenía trabajo) estaba bascoso y esmallao.
—Pos me compro un poloflán —dijo el grillao.
Y así, mientras estaba empanao pensando en que había dejao preñá a la Britany:
—La he jiñao pero pechá, pechá —pensó—. Tenía que haber estado más aliquindoi y no haber estao a to meter.
Llegó al kiosco, echó un gapo y se compró un poloflán de fresa.
Álvaro Acedo Espejo (14 años)
Curso 2016-2017
UN ZOO EN LA BIBLIOTECA
Un bibliotecario de cuyo nombre no quiero acordarme, pensó: ¿Y si metemos un zoo dentro de una biblioteca?
No lo pensó mucho y el zoo ya estaba añadido en la biblioteca.
Era un éxito, todos los niños accedían a la biblioteca con brillantes sonrisas e ilusión en sus ojos puros y santos. Pero las cosas comenzaron a empeorar. Enseguida los animales se escapaban, los libros se estropeaban, y en el ambiente se presenciaba un desagradable olor a queso rancio.
Al final, el bibliotecario lo quemó todo.
Marina García Sanchez (13 años)
Curso 2017-2018