Si a un niño le gusta bailar, se sentirá mal si le prohíben o no le permiten bailar. Su autoestima bajará, no se sentirá valioso o útil. Si se le reprocha que baile diciendo que «eso no lo hace nadie», se puede sentir excluido, raro, diferente. Si se le obliga a dar pasos marciales en lugar de dar pasos más flexibles y libres se sentirá impotente y dejará de prestar atención a lo que se le trata de inculcar.
De modo similar, si a un niño le gusta investigar, se sentirá mal si se lo prohíben o no se lo permiten en clase. Su autoestima bajará, no se sentirá valioso. Si se le reprocha que investigue por su cuenta (incluso imaginando soluciones mientras el profesor explica otra cosa) advirtiéndole que siga el ritmo de sus compañeros en lugar de estar «en la Luna», se puede sentir excluido, raro, diferente. Si se le obliga a memorizar mecánicamente algunos conceptos sin permitirle comprenderlos en lugar de dejarle investigar sobre esos temas libremente, se sentirá impotente y dejará de prestar atención a lo que se le trata de transmitir.